.

.

domingo, 21 de enero de 2018

Jubilación

Alguien que ha estado muy de cerca de mis folletines radiales me ha dicho que escribo usando arcaísmos, pero que me quedan muy bien. Estoy seguro que es así, como estoy más que seguro que arcaísmos o no, no soy una persona que escriba como un hombre del siglo XXI ni mucho menos, porque mi vida se detuvo en un momento que no puedo recordar y empecé a vivir desde atrás y a, sin percatarme, hacer las cosas como mi madre o mi padre o mi abuela materna, y me sumí a repasar hasta recetas de cocina y dulces caseros, que son sabe Dios de cuándo. Por comodidad me adentré, radialmente, en los siglos XVIII y XlX y me parece que, a veces, hablo como si fuera una persona de esos tiempos. No me preocupa en absoluto, me prefiero a los que hacen textos agonizadores, catalépticos, en un afán, inútil, de destacarse o innovar o superar a otros que los antecedieron: la literatura universal está plagada de ellos.
Yo no se qué soy. Hoy primero de Enero de 2018, no lo sé, con 70 años de vida, no lo se, y lo asombroso de mi situación, es que nadie me lo puede decir porque me da la impresión de que las personas que me hacen críticas nobles, me lo hacen por cariño, por conmiseración o algo así, el caso es que no tengo remedio porque voy a seguir plantado en mis trece.

Dentro de pocos días, el 10 exactamente, se cumplirán 49 años que firmé mi contrato con la radio cubana. Fue a muy pocas horas después de haber conocido a una de las personas que más he querido del mundo de las letras: el santiaguero José Soler Puig, un extraordinario personaje y un ser humano de mucho valor; un escritor cuya novela "El Pan Dormido" fue, es y será un hito en la novelística cubana de todos los tiempos, algo que interesa a muy pocas personas. A partir de entonces he sido hacedor de radio, o sea, que he escrito para este medio durante cuarenta y ocho años , que ahora, en este calvario en el que han convertido mi jubilación, no significan nada, me están tratando como al peor de los seres humanos y por eso tengo derecho a pensar que soy víctima del desprecio y la humillación que hemos padecido los que tenemos una definición sexual diferente a lo largo de siglos. De nada valen distinciones, premios o reconocimientos, de nada vale mi respeto a la labor que  he desempeñado y la petición de ayuda que he hecho. Ahora, viejo, desvalido y enfermo, he podido llegar al 2018, gracias a la ayuda de amigos que me aprecian en el exterior y a la caridad de una organización religiosa. Sigo siendo la persona pisoteada que fui al inicio de mi entrada al mundo de las letras y a la salida parece que será lo mismo. Dios me perdone por pensar así, Dios perdone a los que me han dañado sin darse cuenta, incluso sin saber quién soy.