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lunes, 10 de febrero de 2014

Obrigado Brasil


Es posible que en alguna clase de geografía, no lo recuerdo, se hubiese hablado de Brasil, al menos una vez se nos enseñara que era uno de los territorios más grandes del mundo y que hablaban portugués sus habitantes. Ahora bien la primera vez que lo recuerdo es, que, estando enfermo de paperas y sin poder hacer nada, pasó un vendedor de periódicos que también traía una revista llamada Bohemia y que, según dicen, por aquel entonces era una de las publicaciones semanales más importantes de América y del país, compró mi madre un ejemplar y entre una serie de artículos y comentarios de todo tipo, venía uno que creo no haber olvidado el título: Brasil, el coloso del Sur. Yo lo leí y estoy hablando de 1958, en el mes de abril o algo así, yo no había cumplido aún los once años. Aquello me impresionó por el asunto de que se hablaba que el coloso despertaría algún día y que su economía podría superar a la de las grandes potencias de entonces.

Mi próximo encuentro con ese país sucedió al año siguiente por una fiesta de fin de curso. Un coreógrafo montó una samba cuya música era nada menos que Acuarela do Brasil de Ary Barroso y me mató. Nosotros cantábamos la letra traída al español por no se quien y ahora antes de ponerme a escribir este comentario, la canté completa como el día que la aprendí. No sé. Brasil es como una meta rara que no puedo alcanzar, como un deseo dormido, como la mejor amante perdida, el más bello amante perdido, Brasil es mi sueño y mi paradoja. En algo que escribí en 1990, en el climax de mi carrera alcohólica, gritaba al mundo que quería morir en Río de Janeiro, anonimamente entre miles de turistas.

Realmente, aunque escribía por aquel entonces bebiendo uno que otro trago; lo cierto es que,  más o menos, mantengo esa idea, esa del sambódromo y la samba de Mangueira frenética y deslumbradora cegando mi última mirada. Brasil, con su palmeras murmurantes, sus noches llenas de esplendor, aquello pasó a ser y aún es, parte de mi alma, parte de mis ilusiones, ad infinitum.

Ahora no voy a hablar del Brasil hermoso y provocador de mis más enfermizos deseos, sino del Brasil de la transnacional O Globo, la cadena televisiva, la que crea las novelas que de todos modos, nos hacen pensar que si ese país ha llegado a alcanzar lo que ha alcanzado es por el desmedido amor que sienten sus ciudadanos por su tierra, por lo de ellos, por lo que les pertenece por derecho propio, por su extraordinario sentido de pertenencia. Brasil, lo veo casi a diario porque no hay que olvidar que siempre tenemos aunque sea una telenovela de O Globo en pantalla hace más de veinte años, Brasil, insisto se promueve a si mismo, invita al televidente, de la manera más sabrosa a irse allá, a ver aquello, a bailar el samba o cantar el bossa o lo que sea.

Y yo estoy agradecido de eso, de haber entendido al menos un mensaje muy nítido, perfectamente claro que me llegó de Brasil: Alcohólicos Anónimos. La novela se llamaba Vale Todo y en la misma una mujer que no podía tener más problemas con la bebida porque aquella la enloquecía como a mí, logró salir de su adicción gracias a A.A. y eso me lo estaba diciendo aquella novela. Ahora transmitieron otra novela que también habla de A.A. como una solución para el que bebe. Lo entendí y pedí ayuda hace ya 20 años, santo Dios, veinte años que no bebo y fue O Globo con Vale Todo y ahora O Globo con Por amor, también me reafirma que hice lo mejor del mundo al tomar la decisión de no ingerir más alcohol. Un mensaje más limpio que el agua del manantial. Y como soy agradecido, lo cuento. A veces pienso que mi decisión de romper todo vínculo con el alcohol me debió haber llegado por cualquier programa de la TV nacional, pero no ha sido así. No es que no se hable del problema alcohol no, si lo dicen, pero las soluciones quedan siempre dispersas y debe ser que, como soy novelero por aficción por más de 45 años, agarré aquello que me susurraba Brasil al oído, no bebas más imbécil porque te vas a matar. Obrigado, Brasil, obrigado.