.

.

lunes, 21 de julio de 2014

Entrevista a Nikitín en Radio Cadena Agramonte (2008)


¿Y cómo llega usted a Santiago de Cuba? Porque su etapa en aquella ciudad tiene una gran incidencia en su desarrollo como escritor.

“Sucede que hay una puesta teatral aquí en Camagüey, que atrajo una serie de conflictos y la mayor parte de los actores y actrices se fueron del Conjunto Dramático –y entre ellos me fui yo también, que iba a ser asesor del Conjunto-. Así fue voy a dar a Santiago de Cuba. 

“Allí conocí a una de las personas que más quiero, para mi maravillosa. Cada vez que hablo de él me emociono mucho, porque tuvo una calidad humana sin precedentes. Me refiero a José Soler Puig, un hombre de una talla increíble, un escritor a quien pienso que aún no se le ha dado en las letras cubanas el significado que tiene, ni se ha dignificado en la medida que tendría que ser. 

“Mi encuentro con José Soler Puig fue algo divertido. Yo me encontraba en la emisora esperándolo, me pongo a hablar con una persona; ese ‘alguien’ me pregunta que si yo conozco a Soler, le respondo que no; me pregunta mi opinión sobre él, y yo me explayo admirativamente sobre Soler. Y cuando termino, me estrecha la mano y me dice ‘Yo soy José Soler Puig’. Imagínate, ahí mismo nos hicimos amigos, una amistad entrañable, y esa misma tarde estaba comiendo en su casa. Eso sucedió el 10 de enero de 1969. Y la mantuvimos hasta que falleció en 1994".

Para leer la entrevista completa pinche aquí

domingo, 20 de julio de 2014

Comunicando con Nikitín


Les informo a  los amigos de Niki que quieran comunicarse directamente con el por teléfono, que ya pueden hacerlo. Deje un mensaje aquí con su nombre y dirección de correo, y el número de su celular le será enviado en el plazo más breve posible. Gracias a la persona (imagino que otro de sus buenos amigos) que ha hecho posible este milagro!

El editor.

domingo, 13 de julio de 2014

Las cosas de mi padre



Mi padre consideraba que manteniéndome en una escuela de burgueses, comprándome los libros, la ropa y la comida, todo estaba resuelto. No era de esos hombres que extrovierten su amor con muestras de afecto evidente y mucho menos un ser que te acariciara y te hiciera sentir que te quería de verdad, cosa que era así y que a mi me costó mucho trabajo entender. Durante muchos años pensé que mis padres no se querían, que si mi madre había aceptado las proposiciones de mi padre era porque mi abuela estaba de acuerdo, porque al parecer ella era quien decidía quienes iban a ser los futuros esposos de sus hijas. De cinco hembras, tres se quedaron solteras y solo una de ellas ya casi en la senectud se caso con alguien con quien, evidentemente, llevaba relaciones a hurtadillas por muchos años. El caso es que mi padre entró en la familia de mi madre y viceversa, pero hablar de la familia de mi padre llevaría una cantidad de tiempo increíble y yo quiero hablar de la persona quien recuerdo con un gran amor y con la que lleve seis años de un idilio perfecto y ni un si ni un no sucedió entre nosotros durante este tiempo: José Julián y yo nos convertimos en dos personas tolerantes el uno para con el otro y durante ese tiempo yo procure complacerlo y atenderlo de la mejor manera posible.

Yo no podía sustituir a mi madre como ama de casa, cosa que he sido por más de tres décadas. Como digo: yo no soy amo de casa, amo de casa se considera al dueño, ahora bien: soy ama de casa, la fregona, la cocinera, la limpiadora y por muchos años la lavandera, es así como lo concibo. Había en mi una proclividad para todos esos menesteres y no porque mi condición de homosexual tuviera que ver algo en eso, sino  que el destino o la moira, como prefieran, decidió que pasara y aun siga pasando diariamente, en la persona que se ocupa y a la vez elabora con cierto desgano, el diario sustento alimenticio, lo cual, en Camagüey, es bastante atormentador. Decía que mi padre católico practicante desde que tengo uso de razón, se convirtió en mi gran amor y que a partir de una conversación que tuvimos poco después de la muerte de mi madre, las cosas cambiaron para bien.


En realidad sostener esa conversación, se convirtió en una solicitud de perdón, una suplica de disculpa y ahora voy a explicar el por qué durante cuarenta y seis años yo culpé a mi padre de todas las cosas, hasta de haberme engendrado, de las goteras del techo, de la falta de una serie de comodidades, de todo, insisto y eso se lo dije así mismo una mañana. El regresaba de buscar el pan,  los pancitos que nos daban diariamente, -ahora me dan un pancito- y le dije que se sentara frente a mi y lo primero que le hable fue como si mi alma se abriera de par en par y luego de decirle que lo deteste por mucho tiempo, que incluso renegué de él como padre ahora solicitaba que me perdonara por todo aquello, que por muchos años no me di cuenta de cuanto había trabajado años y mas años, se jubiló a los ochenta y un años y desde los catorce estaba detrás de un mostrador, casi trabajando de sol a sol para mi y ahorrando para mi y cuando le dije eso, mi padre, un ancianito delgado, limpio hasta lo maniático, se puso a llorar y a decirme que el no tenía nada que perdonarme, que yo era el mejor hijo del mundo, que entre nosotros nunca había pasado nada y entonces se levanto y me dio un beso, cosa que yo no recordaba lo hubiera hecho alguna vez en la vida y supe que el era mi ángel tutelar y que si bien no podía ser como él, si podía admirarlo y quererlo y pasar por alto todos sus resabios de viejo y recibir su bendición estando en su lecho de muerte y decirme lo mismo, que yo era el mejor hijo del mundo y yo decirle que el , siempre, había sido el mejor padre del mundo y entonces Dios nos oyó.