…y entonces el feeling llega al corazón,
En el Gato Tuerto con Revolución.
Virgilio Piñera
El pintor Juan Boza Sánchez era bajito y gago, las
palabras se le partían en la garganta y se quebraban todas, se hacían pedazos
al el pronunciarlas y sufría pequeños ahogos que constantemente, sucedían en su
conversación. Hablo de 1966, en el mes de diciembre, Boza era un pintor que
prometía mucho y aún faltaban algunos años para el éxodo devastador del Mariel
que se lo llevo a Nueva York donde finalmente murió. Boza era de la Plaza de
Bedoya, aquí en Camagüey pero no es de eso de lo que voy a hablar, sino de la
noche que pasamos juntos en El Gato Tuerto en la calle del Nacional casi en el
mismo Malecón, un sitio en aquel momento, extraordinario y que aun, al menos
para mí tenía que ver con una Habana que no iba a conocer nunca pero que intuía
como a una de las grandes capitales del mundo occidental, la Llave del Golfo,
la más hermosa de las hembras, voluptuosa y ardiente como una única hetaira a
orillas del mar del Estrecho de la Florida. Una Habana que yo no inventé sino
que era y fue. Nada más. Pero esa noche, insisto, La Habana estaba como vestida
de gala, con estrellas y las aguas batiendo el muro del Malecón cuando entramos
al club mas famoso de ese momento, donde se reunían los intelectuales y Miriam Acevedo cantaba unas canciones hermosísimas y actuaba brillantemente vestida
con un traje de un intenso color rojo más deslumbrante y vital que nunca,
sentada en una alta banqueta, derrochando ingenio y algo que se ha convertido
en casi una dificultad encontrar: buen gusto. Como dijo Piñera un club diseñado
para los amantes, un sitio donde la felicidad y la desdicha se dan la mano, según
escribió, pero para mí no había desdicha aquella noche, sino todo lo contrario
y mientras Boza bebía un coctel y yo agua mineral (era incapaz de beber alcohol
en ese momento). La noche se iba apoderando de aquel pequeño lugar donde no
cabía nadie más y Boza gagueando y yo como una puñetera cámara fotográfica
tratando de plasmar para mi interior aquel momento que intuí iba a desmoronarse
en cualquier momento. Era demasiado hermoso, demasiado inteligente lo que allí
pasaba y yo, a los diecinueve años que tenía entonces, ya poseía un olfato para
percibir que era imposible que aquello se mantuviera y así sucedió. Un
periodista de Juventud Rebelde arremetió contra aquello y el caso fue que las
noches del Gato Tuerto dejaron de ser, y quizás la persona que más se
entristeció, porque siempre lo obligaron a estar triste, fue Virgilio quien me
comentó el percance que tuvo con el tipo de la prensa en una de sus visitas a
mediados del año siguiente, donde venía a estar con Carlín, su amigo de siempre y
de refilón conmigo. Recuerdo que aquella
noche Boza me presentó a Juan Angel Espasande con quien luego haría una amistad
magnífica por el tiempo que estuvo en Camagüey haciendo el servicio social, uno
de los personajes más elocuentes que he conocido, con una sensibilidad
especial; pero esa noche él ni se dio cuenta de mí, estaba también asintiendo
con la cabeza como quien está de acuerdo con todo y cómo no estarlo si ya era
como uno de los alientos postreros de La Habana, una ciudad que se sumergía en
algo inexplicable y de lo que fue, finalmente saldría destrozada, pero bella aún
como esas señoras muy pero que muy burguesas que ya se extinguen y que, sin
embargo tienen la clase de lo que sobrevive a golpes de buena voluntad o de
capricho, ese empecinamiento extraño de mantener algo que se va y que luchan
porque no y se pueden encontrar aún como un vestigio en las iglesias y las
viejas casonas. La noche fue acabando y Boza y yo decidimos acompañar a
Virgilio que había leído sus poemas: Boza achispado y yo, al lado de Piñera
sintiéndome el mejor, subimos hasta 27 y dejamos a Virgilio a la puerta de su
edificio de apartamentos y estoy tan seguro de que voy a ser feliz, voy a ser
el mejor, alguien me va a amar intensamente, soy hermoso y mi filme se está
realizando con todas las de la ley, un brillante protagónico me espera y la
acción comienza en aquel momento: ¿Qué pasó que no llegué a comenzar la
filmación? ¿Qué tenebroso destino me esperaba? ¿Cuál será la toma final de
este filme descorazonado y aburrido que sigo permanentemente protagonizando?
Gracias Niki por este regalo!
ResponderEliminarY.R.
Que bueno que Niki se haya decidido abrir un blog
ResponderEliminarJorge
Brillantemente triste como una obra de arte, Niki.
ResponderEliminarEsperamos la genial historia de tu apodo.
Tu hermano camagueyano Daniel Morales