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viernes, 11 de octubre de 2013

Las tardes

a la memoria de tantos que se han ido...

Las tardes tenían un encanto especial en García Roco #61. Era el momento del domingo, del día que fuera en la casa de Agustina González y David Lago, padres de Lázaro David (Davicito), que tenían un hermoso tocadiscos Admiral en la saleta de su casa donde escuchábamos los discos que llegaban de manera incomprensible de Glendale o de Venezuela, el caso es que nos la pasábamos escuchando una música que no se ponía en las emisoras cubanas, y que nosotros disfrutábamos gracias a los familiares de alguno. La casa de David era hermosa y siempre nos concentrábamos alrededor del tocadiscos. Por lo regular nunca se abría la ventana a no ser que hubiese alguna fiesta, pero total, que todas las tardes lo eran y, a veces, circulaba el vino en unos vasos llenos y nos embriagábamos suavemente con las canciones y el tinto. Por aquello disfrutábamos de una rara sensación de clandestinos o de burladores de la ley, porque si bien no había ningún estatuto en la constitución que dijese que era prohibido escuchar aquel tipo de música, de manera tácita se sabía que no nos miraban bien por eso. En realidad cuando pienso en esta casa, en aquellas tardes, recuerdo a Agustina moviéndose como la dueña de la sazón, la reina de los aliños, la emperatriz de la cocina porque mientras los Beatles sonaban en el tocadiscos, Cat Stevens, el que fuera, ella preparaba unos sofritos cuyas emanaciones nos venían por oleadas y aquello se mezclaba con las ondas sonoras y era, realmente, una delicia.

Las tardes en García Roco #61 convertían a Camaguey y muy especialmente a La Vigía en un paraíso para todos porque eran tardes de esplendor, de brillos de fuegos de artificio en nuestras mentes juveniles donde casi todo era posible. Teníamos la certeza de que alguien estaba pendiente de aquellas reuniones y lo pudimos comprobar tiempo después cuando nos vimos involucrados en un asunto con la policía política, pero esto no viene al caso y por lo tanto es mejor hablar de otra cosa: Teníamos otra salida. También teníamos la radio y cuando no sonaba el tocadiscos con Simon and Garfunkel o Jethro Tull, nos la pasábamos entonces oyendo a dos emisoras enemigas o que nos decían, como todo lo que provenía de Estados Unidos, que era propaganda enemiga, a la WQBS y a la WQAM que se convertían en tablas de salvación a la que nos aferrábamos para estar al tanto del TOP musical. 

Pasaban años y meses y se iba acercando 1980, el año que cierra con broche de oro una parte de la historia nacional, que se destaca por la salida más que masiva por el puente del Mariel. Mis amigos, los más queridos, estaban preparando una maleta que tendrían que cargar vacía, sin equipaje alguno; la maleta de una vida rota, de una familia rota, rotos ellos mismos que abandonaron Cuba casi sin darse cuenta en precarias embarcaciones que, milagrosamente, no perecieron en la travesía. EL MARIEL, ese capítulo aparte de la existencia de nuestra nación y del que no se ha hablado lo suficiente e pesar de que han sucedido treinta y tres largos años. ¿Como pasó?¿Quien lo inició?¿Quien dio la orden de partida o quien convocó a los de Miami a llenar aquel puerto de todo tipo de embarcaciones en las que venían a recoger a sus familiares y que además en muchos casos fueron llenadas por presidiarios? ¿Cómo fue que salió una generación de cubanos que apenas cabía aquí y pienso que, en algunos casos, tampoco cabía allá y han quedado, como confesó mi mejor amigo, más que amigo un hermano, Carlos Victoria, que el "vivía en tierra de nadie" cuando nos encontramos después de 14 años? Eran los mios, mi gente, la que yo había elegido para transcurrir con ellos mi vida entera y se acabaron, eran parte de lo mejor de mi vida, ahora, muchos, no sé, pueden haber muerto, otros deambulan y viven en sitios como Nueva York, Madrid, Buenos Aires o Lima, pero la mayoría en Miami y ya pasan todos de los sesenta. ¿Qué hacen que llevan a Cuba mucho más que dentro del alma?¿Qué hablan, qué piensan de mi, que ya ni siquiera puedo sufrir porque ni vale la pena sufrir?








4 comentarios:

  1. Niki, siempre me hiciste reír, pero hoy fue al revés… Siempre tan sincero y tan magistral.
    Tu Paisano y Admirador
    Daniel Morales

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  2. soy uno de tantos camagueyanos que ya no estan, que de hecho, hace mucho tiempo partio de su tierra natal hacia la habana, mucho antes de que la vida me llevara a un destino mucho mas distante. pero sigo siendo camagueyano, porque es mi raiz, aunque tambien soy habanero, porque alli fui yo. acabo de encontrar tu blog y no he podido dejar de leer todo lo que en el tienes y he llorado con tus letras pero me has hecho sentir muy orgulloso de mis raices camagueyanas, de esa ciudad que si existe, aunque la nuestra, el camaguey de los 60 y 70 solo exista en nuestras memorias. gracias por vivir y ser, gracias por tu obra y puedes estar seguro que en mi proximo viaje tratare de verte si me lo permites. porque nos conocimos hace muchos años, pero realmente nunca fuimos amigos y hoy, en esta noche del otoño neoyorquino, en esta islita y una vez mas, condenado a ser isleño, acabo de conocerte con el mayor de los placeres. un abrazo, rene.

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  3. Nikitín!! Un gran abrazo!!
    Louis Aguirre

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  4. Es difícil desde acá comunicar con toda la gente que se quiere. El tiempo no alcanza para lo cotidiano así que somos tan devotos que lo importante se queda para luego. Me encantaría saber si tienes planes de escribir una historia de tu vida, no digo biografía porque esas también son ficción.
    ¿Escribirás una historia de tu vida?
    Creo que le debes a Camagüey el contar sobre este periodo de tiempo que te ha tocado vivir, porque tu historia es de las que a todos les interesa. Jamás he olvidado lo que nos hacías reír contando de tus éxitos, fracasos, travesuras, placeres y cotidianidades, así como las cosas referentes a tus amigos o la sociedad. Tú conoces un Camagüey que merece ser contado y tienes un ángel que debes desplegar. Hazlo por los que te queremos y queremos a Camagüey. Para nosotros sería como un bálsamo contra la melancolía.
    Te deseo lo mejor.
    Agustín de Jesús Lastre Barroso

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