Foto: Radio Cadena Agramonte
Déjame
que te cuente, Caridad, déjame que te diga la gloria de haber sido tu amigo por
cincuenta y tantos años y tener el ensueño de evocarte en mi memoria por el
puente, el río y la avenida que lleva tu nombre y nada de jazmines en tu pelo
canoso, ni rosas en tu rostro deformado desde el día en que naciste y mucho
menos puedo decir que tu caminar era airoso ni derramabas otra cosa que no
fuera esa tristeza habitual. Ya serena o delirante tenías el alma de oro y una
ingenuidad que ante mis ojos, te hacía parecer la niña que siempre fuiste.
Déjame que te cuente Cachita, déjame que te diga, mi amiga, mis pensamientos,
aunque jamás despertarás de ese sueño
que entretiene Caridad, tus sentimientos: eras maternal y nadie se percataba, me costó mucho comprenderlo porque todos los
que te rodeábamos, no te tomábamos en serio como lo merecías, porque la mayoría
de las cosas se las achacabamos a tus trastornos nerviosos. Eras fiel,
bondadosa y sensible, y eras talentosa, increíblemente talentosa: pintabas como
te daba la gana y a la hora que fuera. Últimamente hasta altas horas de la
noche, sin material alguno, pero con el alma como me dijiste un día; Jose, yo
no tengo que bocetar, yo arranco y si no tengo pinceles...¿para qué tengo las
manos?¿Para qué tengo el alma? Pintabas de limosnas, un tubo de negro que te
daba este, unos pinceles que te daba otro, alguna que otra vez que te daban
todos los colores en una de las escuelas de arte, y así un año tras otro, y un
año tras otro el deseo que fue tomando proporciones tremendas... Yo era parte
de tus sentimientos, tu me enrolaste en tu expedición familiar: atravesar el
Atlántico y llegar donde tu hijo y tu hermana. Hace poco, sentados después de
almorzar me dijiste "mira que yo te quiero, Niki, tu no te lo puedes
imaginar ". Menos mal que yo
también te lo dije, en ese hospital, te pedí perdón, y todo quedó muy bien
entre nosotros. Yo sabía que era la despedida, que al fin se acabaría tu vida
de sufrimientos y desesperanzas. Finalmente irías hacia el río, por la
estremecida vereda, con ese ritmo que nunca tuviste en tus caderas.
...y
recuerda que...
...jazmines,
rosas en tus manos, derramando sonrisas hermosas, caminando airosa de Plaza
España a Las Ramblas, Caridad Hernandez Carlos has logrado tu sueño, con tu
hija, tu hijo, tu hermana, Barcelona te ha dado su corazón y lo has guardado en
el tuyo...y todo es tan intenso que al fin lloras de felicidad delante de la
majestuosa Sagrada Familia y te vas por la Ciudad Condal con tu menudo pie que
hace estremecer al increíble misterio de tu existencia mientras recoges la risa
de todos los ríos y las derramas por todos los rincones, para lanzarlas
finalmente del puente a la alameda.
Otra entrada sobre Caridad Hernández Carlos en este blog
Bello.simplemente,bello lo que escribes
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