Carretera Camagüey-Nuevitas que pasa frente a Kilo 7
Yo me dije, se
están matando en la 5, pero lo dije así, como yo decía las cosas en el verano
del 76, que las decía como en un letargo con aquel calor y aquella ropa
infernal y otra vez oí como que arrastraban literas y las voces subiendo de
tono y era eso, una bronca de madre en la 5 y yo solo en la oficina. La tierra
del patio inmenso del presidio es roja, la sangre lo es más: no hay rojo como
el de la sangre. No. En esos días yo viví en un mundo de sangre, con ese olor
imposible de describir porque no es ni siquiera el frío olor de la muerte, aunque
allí, en uno de los mas peligrosos presidios del país, siempre se respiraba el
olor de la muerte como se respiraba el olor del deseo, denso y excitante,
húmedo como el sudor que corría por las espaldas, por los muslos, embriagante
como el mas sutil de los perfume: el caliente aroma del otro.
Kilo 7 es como se
conoce al penal que se encuentra en el kilómetro 7 de la carretera que va a
Nuevitas y en el mismo existe el penal exterior y el interior, unidos por el
llamado túnel que está precisamente al lado de la oficina. Por ese sitio salen
y entran los reclusos: al amanecer cuando salen
a trabajar en la planta de prefabricado en el exterior penal y regresan
por la tarde, saliendo desnudos del túnel, hombres desnudos con ojos desnudos
mirando a otros hombres desnudos. La pelea iba creciendo, saliendo las voces
exaltadas mas allá de las garitas desde las que se vigilaba el penal completo
desde lo alto. La pelea estaba en su apogeo cuando llego Manso, un combatiente
que era el encargado de llevar a los presos a juicios en los Tribunales
Populares (esto merece capítulo aparte) que se encontraban en la ciudad. Al oír
lo que pasaba, Manso palideció y me dijo que los dos reclusos que tenía que
llevarse eran de la 5 y que cabrona casualidad, le dije, porque ahí se están
matando y me ordenó, ven, pa que abras la galera, y me cage en su generación.
La 5 está en
alto, es lo que recuerdo, porque el combatiente me dio las llaves y temblaba
mas que yo y cuando abrí sólo vi un un círculo formado por hombres y literas y
en el centro, dos morenos armados con unos cuchillos y los reconocí de mirar
nada mas y, cuando me iba a decir sus nombres, Fortún desde abajo le dio un tajo a Matancita que,
se miró con los ojos desorbitados como brotó el chorro de sangre haciendo un
semicírculo en el aire, silenciando a todos los que veían como Matancita
trataba de agarrarse las tripas que le salían y como cayó sin decir nada, mientras otros aguantaban a Fortún para que no lo rematara. Todo se volvió tan
confuso que no se qué paso primero si Fortún diciéndome mientras le levantaba
el acta "lo mato y lo mato otra vez " o yo mirando por una de las
ventanas como cuatro hombres casi corriendo, llevaban el cuerpo de una persona
a la que yo detestaba por grosero, alardoso y repulsivo. Ahora pienso , después
de cuarenta y dos años, que hasta me pareció bien que Fortún lo matara y lo
matara otra vez porque finalmente, yo no era una persona, se que era un número
y los números carecen de sentimientos, yo era el 1864. El recluso 1864.Nada.
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