En la iglesia murmullos de rezos
que susurran las monjas llorantes y los curas desde los altares, todos con
miradas muy interrogantes.
Por las calles se siente el silencio de los viejos pregones que nunca
existieron , y en los parques los árboles todos claman por la lluvia de modo
incesante.
Las campanas de vuelo volante, sin badajos, ni bronce, ni nada, se
desmayan como agonizantes en las raras horas de la madrugada y un niño que
llora sin llanto en el alma, entonces pregunta por su Candelaria: ¿Dónde estás
señora, dónde estás mi santa? ¿Por donde te te has ido, que aires te levantan,
qué rumbo has perdido, que lluvia te espanta, que luna te ciega, que sol no te
abrasa, que arroyo te baña, que naranja fresca de los naranjales aplaca la sed
del amor de tu alma?Camagüey te busca, señora adorada, del divino nombre de La
Candelaria.
Un rumor avanza sordo desde la noche cerrada, no es rumor de voces, no es
rumor de nada como si dos ríos juntos se abrazaran y el Jatibonico ya se
desbordara, inundando todo y todo arrasara y el Tínima pronto se
arremolinara saliendo del cauce y también llorara.
!Oh! Cosa tan extraña nunca se habrá visto en esta sabana: las calles se
escapan a toda mirada, nada las dibuja en sus raras trazas. Todo es diferente
todo es todo y nada, todo es nada y todo se vuelve la nada de le verdad toda,
de la verdadera huida de La Candelaria: Se busca, por niños y viejos, por amas
de casa, por los dirigentes y por asilados y enfermos del alma y por
invidentes, y por anhelantes a una ciudad toda, la que no aparece, Camagüey
perdida, así de la nada, como si de pronto borrada se hubiese del mapa más liso
en la fiel sabana.
Una voz que dice la vi en La Zambrana y otra que perjura que la vio por Palma,
y calles por calles siendo voceadas para que aparezca la ciudad amada y otro
niño afirma con su voz dorada: ha salido en busca de La Candelaria, ellas dos
son una, por tanto no pueden vivir separadas.
El amanecer teñido de grana, del
morado intenso, de malva y naranja, y el fuego divino de la gran mañana,
de pronto saliendo de esa luz intensa que encandila el alma, dos almas en
una, el alma de todos, el alma cubana y la más amada, el alma sencilla:
la camagueyana. Camagüey ya llega muy acompañada por su fiel patrona, está
Candelaria, llenando de rosas toda la sabana y hasta el arroyito Juan del Toro
canta: "Flores, flores, ya ha vuelto La Candelaria llenando todo de flores."
Las campanas de bronce brillante, baten todas badajos sonantes y las risas
alegres, triunfantes, de los ciudadanos corren para alante.
Hay jolgorio en todos los
rincones, la ciudad ya no está agonizante, Candelaria fue en busca del Padre,
de ese Dios tan galante, que en gesto simple y al oír las suplicas de Nuestra
Señora, devolvió a Camagüey la risa que ansiaba, la sonora risa libre y
carcajeante, que se va por los estrechos callejones y las amplias Avenidas, y
repartos y comercios todos rebosantes. Un niño hermoso de correr sofocante, va
de un lado a otro con grito cantante: Camagüey te saluda, señora, hermosa
señora. Oh, nuestra Señora, nuestra Candelaria.
En las calles hay mesas con
platos humeantes, los platos del patio, mas ricos que antes, el mas sencillo es
el mas complicado, la gente lo busca, la gente lo gusta y es el matajíbaro
ganador triunfante, no hay quien no lo quiera probar y no gustarle. Camagüey es
vivo y está tan alegre que su risa hermosa se hace contagiante.
Y sucede algo muy alucinante que a todos perpleja este único instante,
voces desde el cielo, que es el cielo todo una luz cegante, cantan su más bello
coro con voz jubilante:
Exultante ciudad escogida porque Dios te ha dado, por ser como eres, el
presente mas bello, brillante y es la paz que pides en tu orar constante.
Gloria en altura al Dios generoso del buen Camagüey y en la tierra paz a esta
ciudad armada, a sus calles y sus campos, a su sol y a su lucero, a sus casas y
familias que comparten, al fin la fuente abundante en sus platos generosos, paz
de paz, luz de luces y el amor a esta ciudad de los que están o no están. Paz a
este viejo Puerto Príncipe que fue historia y que será, paz al angelito que
nace y al anciano que se va Paz, que es cosa difícil, y que la vas a lograr,
sólo porque el Altísimo quiere, la paz, verás, hijo mio, que esta ciudad que es
la vuestra, la mas querida ciudad, caerá, tranquila, dormida, en los brazos de
la paz.
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